Uruguay clasifico al Mundial



¡Otra vez al Mundial! Uruguay se bancó 90 minutos durísimos con Costa Rica, empató con gol de Abreu y vuelve ocho años después a una Copa del Mundo. Merecimos ganar, faltó suerte y definición, pero igual volvemos a disfrutar a lo grande. Sufrimos como siempre, ganamos como nunca. Hagan lugar en el avión, que a Sudáfrica viaja un histórico.

Hay que sufrir para ganar, al menos si sos Uruguay. Fácil no es nada. Ni siquiera cuando Abreu, justo el que más pinta tiene de héroe, mete un cabezazo con olor a entierro para Costa Rica. ¡Uhh...! 60 mil personas exhalan los nervios contenidos. Pero a los de camiseta celeste el destino les guarda una sorpresita.

Jamás es agradable. No fue nada agradable esa apilada a fuerza bruta de Saborío, y menos aún el rebote servido que le quedó a Centeno. 1-1y ¿ahora? Ahora el Centenario entiende lo que viene, como lo entienden todos los uruguayos del globo. Llegó el momento de sufrir, esa belleza de sentimiento sin la que no sabemos ganar.

Por eso cuando Saborío vuelve a encarar se paran los corazones...y no es de extrañar que alguno se haya parado en serio para terminar en el hospital. Centeno también nos rompe el ritmo cardíaco: le queda servida en el segundo palo y se le escapa, tal vez por obra de ese mismo destino que nos obliga a medicarnos cuando juega Uruguay.

Otra explicación no se le encuentra. Porque Uruguay, con resultado a favor y todo, fue mucho más que su rival. El orden defensivo solo fue atravesado con dos bombas aisladas (terriblemente aisladas) de Núñez y Centeno. Costa Rica salió a jugar sucio: mucha mandíbula y poco pie. Trató de poner nervioso al local, que como en San José siempre se mantuvo tranqui.

Así el partido se inclinó para un lado. Con equilibrio atrás, esta vez Uruguay tuvo fútbol adelante. La causa tiene nombre y apellido: Nicolás Lodeiro. El pibe le dio la razón a Tabárez. Fue la figura de la cancha: encaró, habilitó, estuvo fino en la pelota quieta, tiró lujos, probó de lejos, robó bolas, cubrió a sus compañeros...No paró nunca, tanto que el Maestro lo tuvo que sacar cuando sus pulmones quedaron en cero.

Pese a dominar, Uruguay no definía, con Forlán demasiado lejos y Suárez demasiado impreciso. Hasta que entró Abreu: tuvo dos, hizo una. Su cabezazo era el pasaje a Sudáfrica y así lo festejaron todos, jugadores e hinchas. Pero en plena borrachera Centeno nos pegó un cachetazo.

Entonces a bancar, con esa sensación llena de miedo y excitación que solo los uruguayos conocen. Esa que solo se termina con el silbato del árbitro. Entonces Busacca (demostró que le sobra pasta el suizo) emitió el sonido más hermoso. Y ocho años después volvemos a un Mundial.

Costó tiempo, más del previsto. Estuvimos para meternos entre los tres primeros y terminamos entrando por la ventana. Imposible olvidar los dos partidos con Brasil, la chance perdida con Venezuela, la goleada a Perú y el golpazo de Lima, el resurgir con Colombia, la hazaña de Quito y el favor a Maradona. Imposible olvidar el apoyo que la gente siempre le dio a este equipo.

Un apoyo merecido que rinde frutos. Porque Tabárez ha tratado de empezar un proceso con una nueva generación, más sana y más profesional que otras. Ese proceso tenía como primer escala el Mundial. Ahora hay que continuarlo. Subimos al avión como el número 32, el último de todos. No sea que terminemos siendo primeros.

Uruguay: Fernando Muslera; Andrés Scotti, Diego Lugano, Diego Godín; Maximiliano Pereira, Diego Pérez, Sebastián Eguren, Alvaro Pereira; Nicolás Lodeiro; Luis Suárez, Diego Forlán
DT: Washington Tabárez

Costa Rica: Keilor Navas; Esteban Sirias, Luis Marín, Michael Umaña; Celso Borges, Alvaro Saborio, Walter Centeno, Roy Miller, Michael Barrantes; Brian Ruiz, Cristian Bolaños
DT: René Simoes

Jueces: Massimo Busacca, Matthías Arnet, Manuel Navarro (Suiza)

Estadio: Centenario

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